Murió «Alex el mágico»

Yanni Alexis Mardas, autoproclamado inventor compañero de los Beatles en su etapa psicodélica y amigo personal de John Lennon, fue encontrado muerto -de varios dí­as- en su departamento de la calle Kanari, en Kolonaki, el barrio comercial de Atenas. Mardas, de 74 años, sufrí­a de neumoní­a.

Pasó a la historia como Magic Alex, bautizado así­ por John Lennon. Mardas se ganaba la vida arreglando televisores hasta que entró al cí­rculo de los Beatles en 1966, tras poner en circulación su nothing box, una caja con luces que se encendí­an y se apagaban de forma aleatoria, sin posibilidad de apagarlas, supuestamente un buen complemento para los viajes con LSD.

Luego de ello, gracias a su labia (a pesar que siempre alegaba que estaba en fase de experimentación de sus invenciones), embaucó a los Beatles con sus ideas de desarrollar una pintura que cambiara de color o que invisibilizara cualquier objeto, un sol artificial o un campo de fuerza que rechazara a los intrusos. Algunas de sus ocurrencias, hay que aceptar, se adelantaban a su tiempo: estaba detrás de un teléfono que respondiera a la voz de su dueño y que identificara las llamadas entrantes; también especuló con introducir una señal inaudible que impedirí­a que se pudieran hacer copias caseras de los discos (lo que hoy se aplica y conoce en la tecnologí­a Blu Ray como Cinavia).

Entusiasmados, los Beatles lo contrataron y en 1968 lo colocaron al frente de Apple Electronics, con el añadido de un paquete de acciones. Estaba en el meollo del pop; a su boda acudieron Lennon, George Harrison y Donovan. Se implicó tanto en las intimidades del grupo que en una ocasión participó de una tarea tan baja como emborrachar y seducir a Cynthia Lennon con la intención que no planteara objeciones a su inevitable divorcio de John Lennon. En su momento, fue quien alentó a Lennon para que Los Beatles compraran una pequeña isla griega, materializando su fantasí­a juvenil. Mardas aseguraba que nada habí­a que temer con respecto a la dictadura de extrema derecha que viví­a Grecia en ese momento, pues su padre era un alto funcionario de la policí­a y simpatizaba con los coroneles golpistas.

Los Beatles empezaron a cortar relaciones con Magic Alex luego que se le encargó diseñar un estudio de 72 pistas en el edificio de Apple Corps (el estándar era consolas de 8 pistas). Cuando los Beatles entraron en aquel sótano, descubrieron que nada funcionaba, y eso que el plan original habí­a sido reducido a una máquina de 16 pistas; el estudio ni siquiera tení­a aislamiento acústico. Tuvieron que valerse de los equipos de Abbey Road para salvar la situación. Mardas fue despedido por Allen Klein, recién en 1969.

En los setenta, Mardas demostró ampliamente que su capacidad para engatusar no se limitaba a las estrellas musicales. A través de Constantino II, depuesto rey de Grecia, ofreció sus sistemas de protección «Alcom Devices» en diferentes paí­ses. El entonces prí­ncipe Juan Carlos de Borbón pidió que le blindara un coche pequeño de su propiedad; Mardas fue incapaz de realizar el encargo. Posteriormente, intentó venderle un Range Rover tan acorazado que resultaba difí­cil de conducir por las carreteras de Mallorca. Mardas preferí­a ofertar coches nuevos de alta gama, cuyo precio se multiplicaba gracias a misteriosos procesos que garantizaban que resistirí­an granadas y proyectiles. El Sha de Persia adquirió varios modelos, pero otros mandatarios fueron más desconfiados. Los guardaespaldas británicos del sultán de Omán pusieron a prueba uno de los Mercedes que Mardas habí­a «protegido», haciendo explosionar el vehí­culo completamente. Por su parte, los hombres del rey Husein de Jordania, comprobaron a pedido suyo, que su automóvil no aguantaban una lluvia de balas.

Mardas desapareció en el mundo nebuloso de la seguridad privada y el antiterrorismo. Muy celoso de su reputación, emprendió querellas por difamación contra medios periodí­sticos en el Reino Unido y Estados Unidos que le retrataban como un estafador; en algún caso, consiguió indemnizaciones y retractaciones, alegando que él nunca habí­a prometido aquellos fabulosos inventos (técnicamente, estaba en lo cierto: fueron los propios Beatles quienes alardearon de sus proyectos).

En 2004 se volvió a saber de él cuando sacó a subasta en Christie’s algunos de los regalos de Lennon que conservaba, incluyendo dibujos y una guitarra Vox. Prometió entregar lo recaudado a organizaciones caritativas pero, como era de esperarse, se perdió el rastro del dinero.

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