Los Beatles llegan a Hamburgo

Los Beatles comenzaron a trabajar inmediatamente en el Indra, en la calle 58 de la Grosse Freiheit. Tocaron por 48 noches, los 7 dí­as de la semana de 8pm a 9pm, de 10pm a 11pm, de 11pm a medianoche y de 1am 2am. Los sábados comenzaban de 7pm a 8pm, de 9pm a 11pm y desde la medianoche hasta las 3 de la mañana. Los domingos comenzaban aún más temprano: desde las 5 de la tarde hasta las 6, de 6:30 a 7:30, de 8pm a 9pm, media hora después hasta las 10:30pm, de 11pm hasta la media noche, y desde las 12:30am hasta la 1:30am. El público estaba compuesto, en su mayorí­a por prostitutas y sus clientes.

Paul: «En Hamburgo, la mayorí­a de las veces tocábamos por ¡8 horas diarias!. Tocar por tanto tiempo, te permite ensayar cientos de canciones, más que ninguna otra cosa, así­ que era lo que solí­amos hacer durante nuestro trabajo de ocho horas, tratábamos de no ser repetitivos. Esa era nuestra pequeña ambición, no parábamos hasta conseguirlo. Eso nos dio millones de canciones, muchas de ellas las conseguí­amos con un simple ‘Dum-da-Dum-da-Dum’ por cerca de media hora. Gritábamos cosas que los alemanes no pudieran entender como «Knickers», y así­ mantener nuestro propio ambiente de diversión, pero generalmente éramos fieles a nuestro programa«.

George: «Cuando piensas de manera sensata, te das cuenta que nuestro sonido proviene realmente de Alemania. Fue ahí­ donde aprendimos a trabajar por horas y horas hasta el cansancio y procurábamos mantenernos firmes ante el público a pesar de que nuestros brazos y nuestras piernas ya no daban para más«.

Hacia la mitad de su odisea, la banda tuvo que tocar más bajo por quejas de los vecinos. Para poder durar las jornadas completas, consumí­an pastillas para permanecer despiertos.

Solo Paul y John eran los que cantaban antes de su primer viaje a Hamburgo, pero con sesiones de 8 horas diarias, eso significó que George tuviera que compartir ese trabajo y para la época en que regresaron a Liverpool, ya eran tres los cantantes. Los Beatles se llevaron bien con Tony Sheridan y su grupo «The Jets». Paul e Ian Hines, el tecladista de «The Jets», salí­an con dos camareras de Hamburgo, la de Paul se llamaba Liane.

Ian Hines: «Cada noche, al terminar de trabajar, Liane nos recogí­a en su pequeño Volkswagen a eso de las 4am y nos llevaba a su departamento donde nos brindaba café y escuchábamos discos. Paul y yo solí­amos poner los discos de Elvis y los Everly mientras Liane nos preparaba unas suculentas hamburguesas tí­picamente alemanas y café«.

Cuando Los Beatles llegaron al Indra, estaban totalmente quebrados. Ganaban £2.50 por dí­a. Allan Williams ganaba £10 a la semana. Rosa, la Sra. de la limpieza, les regalaba a Los Beatles algunos marcos y así­ podí­an cruzar la calle hasta Harold’s Coffee para procurarse una ración de papitas fritas, un tazón de Corn Flakes y sopa de pollo. Rosa les lavaba las camisas y las medias, les regalaba barras de chocolate y a veces, Paul viví­a con ella en su pequeño bungalow cerca de los muelles.

Rosa: «Recuerdo cuando Paul de jovencito solí­a sentarse en la alfombra de mi pequeña vivienda para practicar con su guitarra. A veces se acercaba la gente mayor que salí­a a pasear por los malecones y se paraban solo para escuchar lo que tocaba. Le solí­an gritar cosas en alemán, pero él no entendí­a nada. Eran una audiencia muy dura, sobre todo porque no entendí­an para nada lo que Paul estaba tocando«.

La primera noche no habí­a nada coordinado, así­ que la banda entera durmió en el departamento de Bruno Koschmider, todos en una sola cama. Para lo que vendrí­a, eso era un lujo, ya que en los dí­as subsiguientes, el alojamiento de Los Beatles consistí­a en dos habitaciones que compartí­an detrás de las pantallas del cine Bambi Kino, a donde acudí­an para utilizar los baños y lavarse. Ahí­ no tení­an facilidades para cocinar por lo que solí­an frecuentar la «British Sailor Society» cuyo dueño era un tal Mr. Hawk quien les brindaba tazones de Corn Flakes y leche.

George: «Bruno no era un empresario de rock n’ roll joven, era un tipo viejo que habí­a sido dañado durante la guerra. Cojeaba y no parecí­a saber mucho sobre música ni nada. Sólo lo veí­amos una vez a la semana, cuando intentábamos entrar a su oficina para cobrar«.

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