Cynthia Lennon habla sobre su libro «John»

Es temporada baja en Mallorca, pero nadie lo dirí­a; el asombrado visitante encuentra embotellamientos, precios europeos y un sol agresivo. Sin embargo, en la boscosa urbanización de Calvií  donde vive Cynthia Lennon reina el denso silencio de los ricos: nadie camina por las calles, no circulan coches. A su residencia, rústica y abigarrada, se asciende entre vegetación y estatuas de jardí­n.

Se intuye que habita más gente en la casa, pero es Cynthia (Blackpool-by-the-Sea, Reino Unido, 1939) quien atiende directamente a los moscones de la prensa. Nada de protocolos, nada de temas vetados. Sonriente y alerta, hoy parece una Marianne Faithfull vestida de hippy, una comparación que le complace –»pero yo nunca fui tan salvaje como Marianne; pobrecita, acaban de detectarle un cáncer de mama»â€“. Ella encadena con deleite los cigarrillos Royal Crown y mira burlona el despliegue del equipo del fotógrafo y el periodista. Nos instalamos en un mirador con vistas a una cala plateada. Cynthia se arranca antes de sacar el cuestionario: «Me siento obligada a contar mi versión de lo que ocurrió entre John y yo. Han salido centenares de libros sobre los Beatles donde yo soy descrita como una tontita, una provinciana de Liverpool a la que John tení­a que dejar inevitablemente. ¡Hey, yo estudié arte, era una mujer culta, cocinaba muy bien! Lo indignante es que los autores de estos libros nunca nos conocieron entonces. Algunos hablan conmigo, pero luego ves que no sirvió para nada, que mantienen sus ideas preconcebidas».

¿Hay algún tomo sobre los Beatles que le merezca respeto?

Quizá los de Ray Coleman. Aquí­ hay una habitación llena de esos libros y apenas he hojeado algunos. Cualquier libro tiene un grano de verdad, pero… Yo recuerdo lo que viví­, aunque puedo entender que alguien compare mi visión de lo que ocurrió con la de otras personas. En Anthology, los cuatro ofrecí­an una especie de biografí­a oficial, pero no se escuchaba la voz de las personas que vivieron a su lado. Por eso es bueno que Patti Boyd [esposa de George Harrison, luego casada con Eric Clapton] explique sus vivencias. La hermanastra de John, Julia, también tiene preparado un libro muy emocionante. Si esto fuera un rompecabezas, yo dirí­a que tenemos casi todas las piezas.

La imagen de John ya sufrió el purgante de la biografí­a ‘desmitificadora’, a manos de Albert Goldman.

Una sarta de mentiras e interpretaciones maliciosas. Te lo dice alguien que estuvo allí­. Yo lo vi venir, habí­a leí­do el veneno que escribió sobre Elvis. Cuando supe que Goldman murió en el retrete de un avión no sé si me alegré, pero sí­ pensé que era perfectamente adecuado: yo creo en la justicia cósmica.

En realidad, ya intentó reivindicarse en 1978, con A twist of Lennon, un tomo bastante ingenuo cuyo principal encanto fueron los dibujos de Cynthia. Ella ilustró hasta los momentos embarazosos, como cuando, enfundada en medias de malla y minifalda, esperaba a John en las calles de Liverpool y era confundida con una totty (prostituta) a la pesca de clientes: «John estaba colgado de Brigitte Bardot y yo intentaba parecer una bomba sexual. Pero no era nada de eso: me perdí­a mi timidez». John y Yoko declararon su intención de parar la publicación de A twist of Lennon, pero, con el libro en las manos, no encontraron motivos para acudir a los tribunales: conscientemente, Cynthia se calló las situaciones más truculentas, que ahora salen a la superficie en su nuevo libro, John.

«A twist of Lennon fue mi mensaje tranquilo a John. Normalmente, cuando una pareja se separa, lo hace tras muchas discusiones. No fue nuestro caso. Yoko le sacó de mi vida y no tuve oportunidad de explicarme…, ni de oí­r sus explicaciones. Incluso cuando ya estábamos divorciados y yo viajaba a Estados Unidos con Julian, John no querí­a hablar, evitaba quedarse a solas conmigo. Era terrible el poder que Yoko tení­a sobre él».

En ambos libros, usted desmitifica a la famosa tí­a Mimi, la mujer que crió a John.

Ella presumí­a de madre benevolente, pero la realidad es que era dominante, cruel, nada predispuesta a dejarle expresarse. La veo como una madre castradora, que dejó a John muchos traumas. Creo que él únicamente fue libre a mi lado, cuando dejamos Liverpool. Luego cayó en manos de una tí­a Mimi de la vanguardia, una manipuladora conocida como Yoko Ono.

Eso suena demasiado freudiano…

No, hasta Yoko reconoció que eran muy similares. Mimi adquirió la custodia de John tras amenazar a su hermana con denunciarla como una mujer promiscua, que no viví­a con su marido legí­timo. Ahora, ¿qué tipo de persona separa a una madre de su hijo? La misma clase de mujer que se lleva a John a vivir a Nueva York para alejarle de su hijo y de su vida anterior.

En su libro revela que le costó ser aceptada por John y sus amigos debido a su reputación de chica pija.

¡Una estupidez! Se suponí­a que por venir de Wirral, donde viví­a la clase más acomodada, yo era una pija. Pero lo que más nos diferenciaba era el acento: para ellos, eso significaba que yo iba de esnob. Así­ que aprendí­ a hablar scouse como ellos. Julian [el hijo de Cynthia y John Lennon] no ha vivido nunca en Liverpool y le sale un acento scouse perfecto. Si quisiera, habrí­a sido un buen actor, igual que John.

Volando hacia Mallorca, el reportero ha leí­do que Michael Caine interpreta a un hippy porrero en Children of men, la nueva pelí­cula de Alfonso Cuarón. Asegura Caine que construyó su personaje a partir de sus recuerdos de John Lennon, al que trató en los sesenta.

«Tení­amos mucha relación con los profesionales del cine: eran más ingeniosos y sociables que los de la música; si te invitaban a cenar, sabí­as que la comida, la bebida y la conversación serí­an excelentes. Además, nos trataban de igual a igual, no les impresionaban los discos de oro de los Beatles. Por otra parte, no sé si John se merece ser destacado como drogota. En general, consumí­a las drogas en casa. Podí­a fumar marihuana entre amigos, en algún lugar privado; pero eso no era nada raro. Quiero decir que en Londres, en aquel tiempo, la gente in estaba experimentando con todo tipo de sustancias. ¿Se acuerda de Donovan? También pasa temporadas en Mallorca. Bueno, pues en Mellow yellow recogió aquel rumor de que las pieles secas de los plátanos podí­an ponerte en órbita, y se lo creyó tanta gente que las compañí­as bananeras bajaron en Bolsa; los inversores pensaron que se iba a prohibir su venta», comenta Cynthia.

Las drogas ¿fueron decisivas en el deterioro de su matrimonio?

Por naturaleza, yo desconfiaba de las drogas y de los oportunistas que las utilizaban con segundas intenciones. Algunas noches terminábamos en casas de desconocidos que intentaban colocarnos para que participáramos en una orgí­a. Yo era la única en advertir que a veces habí­a una cámara escondida o un micrófono que no tení­a explicación. Tiraba de John, y al dí­a siguiente él se daba cuenta del riesgo que habí­amos corrido y me bendecí­a por mi paranoia. Yo podrí­a presumir de que renuncié a las drogas por mantener el hogar y cuidar de Julian, lo cual es cierto, pero nunca me sentaron bien: mis viajes con LSD resultaron aterradores.

¿Se podrí­a decir que su matrimonio fue una ví­ctima de lo que se llamó el ‘swinging London’?

Tengo recuerdos imborrables de aquellos años, fue como si la vida pasara del blanco y negro al tecnicolor. Desde luego, no reniego de la libertad que conquistamos. Pero también urge mencionar que esa libertad se utiliza hoy de un modo muy irresponsable. No me alegra saber que crecen millones de niños criados por madres solteras. No me parece bien que haya tanta indisciplina en los colegios. No me gusta el vandalismo de las noches del sábado.

A pesar de que corrí­a el año 1968, no hubo mucho peace and love en la disolución del matrimonio Lennon. Convencido de que Cynthia habí­a participado de la promiscuidad general, extremo que ella niega con horror, John contrató detectives para conseguir evidencias de su infidelidad; algunos de los amigos mutuos se convirtieron en espí­as al servicio del beatle. Finalmente, al hacerse público el embarazo de Yoko, los abogados pactaron que Cynthia alegara el adulterio del músico como causa del divorcio. Económicamente, John luchó con uñas y dientes, saliéndose con la suya: Cynthia se conformó con 100.000 libras y una modesta cantidad anual para la educación de Julian. Ringo Starr, cuya fortuna empequeñecí­a al lado de la acumulada por John, fue más generoso cuando rompió con Maureen. En los años siguientes, la ex sufrirí­a regularmente los números rojos en la cuenta bancaria. Se ganó la vida dirigiendo restaurantes, diseñando ropa y, brevemente, como presentadora de televisión.

Hay algo que choca en su libro. Y es la impavidez con que el resto de los Beatles contempla su divorcio de John…

Me dolió en aquel momento, pero luego lo he entendido: ellos también estaban divorciándose de John. Además tení­an mentalidad de pandilla, llevaban diez años juntos: giras, grabaciones, pelí­culas… En su mundo laboral, las mujeres éramos intrusas, rara vez nos dejaban ir con ellos. Por machismo o por espí­ritu de equipo, no podí­an manifestar sentimientos por las esposas de los demás. Bueno, eso cambió: George [Harrison] llegó a tener un lí­o con Maureen. Todas nos reí­mos mucho cuando lo supimos.

La excepción fue Paul McCartney, que sí­ se acercó a visitarla. E incluso llevó a Julian una canción, ‘Hey Jules’ [posteriormente universalizada como ‘Hey Jude’].

No sé si Paul era el más humano, pero sí­ el que sabí­a tener en cuenta los sentimientos de otras personas. Muchos años después, yo andaba mal de dinero y tuve que vender mis recuerdos: me dolió especialmente desprenderme de unas cartas que me habí­a mandado John. Paul hizo gestiones discretas, compró de nuevo las cartas y se las regaló a Julian diciéndole: «Para que sepas cuánto querí­a John a tu madre».

¿Hubo gente que se distanció de usted por miedo a enemistarse con John?

Recuerdo algunos gestos feos. Le pedí­ a George Martin [productor de los Beatles] que buscara un trabajo de aprendiz para Julian en su estudio. Julian siempre ha sido muy bueno con las máquinas y pensaba que estar allí­ serí­a positivo para su evolución musical. No querí­a que le diera un puesto de responsabilidad, bastaba con que le contratara como el chico para el té…, y Martin no quiso saber nada.

¿Ve allí­ la mano larga de Yoko?

Tal vez no directamente, pero es una mujer que tiene mucho poder, controla la cuarta parte del legado de los Beatles. Puede facilitar o hacer más difí­cil la realización de muchos negocios. Por ejemplo, ahora lanzan Love, que es el disco de la música del último espectáculo del Circo del Sol en Las Vegas. Creo que son reconstrucciones de grabaciones de los Beatles y están hechas por George Martin y su hijo, Giles. Quizá, se me ocurre, Julian hubiera podido aportar algo valioso…

¿Puede decirme alguna cosa buena de Yoko Ono?

[Mirada de incredulidad]. ¿Habla en serio? Lo mejor de ella es cuando baja la guardia, cuando no tiene oportunidad para mostrarse hipócrita. Al dí­a siguiente de morir John me prohibió ir a Nueva York: «No eres una vieja amiga mí­a del colegio, Cynthia». Aparte de que Julian estaba destrozado y tuvo que volar solo, entendí­ que se posicionaba como la única mujer en la vida de John, que estaba dispuesta a manipular la historia. Pero ¿sabe una cosa? No la tengo envidia. Yo no necesito vivir con guardaespaldas, mis amigos son de verdad, no me dedico a buscar pelea con Paul. Y noto mucho cariño de toda la gente que creció con los Beatles.

El pasado verano, Cynthia fue la invitada de honor de un curso de verano en España, Los Beatles, su música y su tiempo, que desarrolló la Universidad de Almerí­a. Ella pisó aquella ciudad en 1966, cuando John rodaba en sus alrededores Cómo gané la guerra, la pelí­cula antibelicista de Richard Lester.

«Lo del curso fue una situación extraña. Me dejó muy descolocada que mi conferencia se celebrara en un banco [en realidad, el Aula de Cultura de Unicaja]. Vaya trago, yo no estoy acostumbrada a hablar sin un cigarrillo. Me llevaron luego a una comida estupenda, pero allí­ estaban los polí­ticos, tanto de izquierdas como de derechas, hablándome de los Beatles».

¿Qué hubiera pensado John?

Bueno, en un evento así­ hubiera sacado toda su mordacidad. O no: le hubiera encantado que se recordara aquella pelí­cula. La verdad es que lo pasó mal durante aquel rodaje. Era la primera cosa que hací­a en solitario, sin los chicos, y temí­a no dar la talla; estaba con grandes actores: Michael Crawford, Lee Montague…

¿Llegó a visitar el chalé en el que se alojaron hace 40 años?

Sí­, Santa Isabel. Está muy deteriorado, pero recordé cómo se llegaba hasta nuestra habitación. Fue uno de los momentos más surrealistas que yo he vivido: iba andando por unas ruinas mientras me seguí­a un cortejo de polí­ticos, periodistas y profesores universitarios. ¡Qué preguntas me hací­an! «Â¿Hacia dónde estaba orientada vuestra cama?». «Â¿Qué habí­a en el cuarto de baño rosa?». «Â¿Encendí­ais la chimenea?». Me explicaron que pensaban restaurarlo y convertirlo en un museo, dedicado no sé si a John o a todo el cine que se rodó en Almerí­a. Es una buena idea, pero me pregunto si reaparecerán los fantasmas que nosotros sentimos alguna noche.

¿Fantasmas?

Sí­, nos contaron que allí­ hubo un convento. Y que las monjas se aparecí­an a los inquilinos. Aunque a mí­ me impresionaba más ver por la calle a tantas mujeres vestidas de negro.

En aquella mansión almeriense, John compuso ‘Strawberry Fields forever’. Que fue, aparte de ‘Penny Lane’, la única canción rescatada de un proyecto de los Beatles nunca terminado, el disco dedicado a Liverpool. No se evitó que la gente de Liverpool se sintiera abandonada por los Beatles. ¿Era comprensible ese desapego del grupo por su ciudad natal?

No estoy de acuerdo. En Liverpool, todo el mundo comprendió que nos instaláramos en Londres. ¡Nadie que haya soportado los inviernos de allí­ nos lo puede reprochar! Y Liverpool llevaba décadas de decadencia. Un hundimiento que ahora se ha parado, en parte gracias a los Beatles. Ahora, el aeropuerto lleva el nombre de John. Y Paul ha montado allí­ su instituto, donde se enseña música y artes escénicas.

Liverpool tení­a reputación de ser una ciudad muy roja: el Ayuntamiento llegó a estar controlado por los trotskistas, incluso en tiempos de Margaret Thatcher. Siempre se ha especulado sobre una posible simpatí­a de los jóvenes beatles por el marxismo: hay teorí­as conspirativas que les explican como marionetas del KGB…

«Â¿Lo dice por Back in the USSR? Era una broma sobre los Beach Boys y su americanismo; yo estaba con Paul en la India cuando se le ocurrió. No, la única polí­tica que les interesaba era la polí­tica de la diversión. Nacimos en plena guerra, cuando la Luftwaffe machacaba Inglaterra noche tras noche. Pudimos sobrevivir y nos beneficiamos luego de oportunidades educativas que nuestros padres ni pudieron soñar; se eliminó el servicio militar y la pena de muerte. Comparada con la actual, era una vida un tanto espartana, pero no sentí­amos grandes carencias.

Pero no toda la gente de Liverpool tuvo tanta suerte…

Habí­a muchos comunistas, aunque estaban en los sindicatos, y nosotros éramos más o menos de la clase media. En realidad, da un poco de vergí¼enza nuestra ingenuidad ideológica. No sé quién tuvo la muy loca idea de comprar una isla griega e instalarnos todos a vivir juntos. Y tardamos tiempo en darnos cuenta de que los Beatles no debí­an convivir con un régimen militar como el que entonces mandaba en Grecia.

¿No se hablaba nunca de polí­tica?

No, hasta que nos politizó la guerra de Vietnam, que nos resultaba aberrante. En Inglaterra eras conservador o laborista por una serie de circunstancias que tení­an que ver con el barrio en el que habí­as nacido o por tu profesión. No se hablaba de ello ni cuando llegaban las elecciones. John siempre manifestaba su desprecio por los polí­ticos.

La conversación se interrumpe bruscamente: nos asedia una fugaz ventolera que vuelca tiestos y vasos; los adornos asiáticos que cuelgan del techo empiezan a chocar en una cacofoní­a de percusión. Cynthia está habituada y ayuda a recoger los desperdigados papeles del periodista –»estos vientos tienen un nombre especial, pero nunca he sido capaz de aprendérmelo»â€“. Fiel al tópico, Cynthia habita en una burbuja: no habla castellano o mallorquí­n, no está al tanto de los debates que sacuden a los españoles.

«Sí­, ya sé que deberí­a estar más informada sobre lo que me rodea. Pero esto es el paraí­so para mí­. Aquí­ he encontrado una felicidad que creí­a ya no podrí­a recuperar. A Mallorca vine por mi hijo. El hombre que ahora es mi marido, Noel Charles, le presentó en Barbados a una chica inglesa, Lucy, cuya familia viví­a aquí­. Cuando la relación avanzó, se instalaron en Mallorca, y Julian me propuso vivir a su lado. Soy su mejor amiga, aparte de su mommy querida».

¿Está Julian aquí­?

No, anda por Londres rematando un nuevo disco. Creo que será el definitivo: si no funciona, deberí­a dejarlo. ¡Ya tiene 44 años! Pero serí­a una tragedia, hay tantas cosas que quiere comunicar…, y el mundo no se entera. Es escalofriante: en sus letras se acerca a las mismas preguntas que se planteaba John en sus últimos tiempos.

¿Tan pesada es la carga de ser hijo de John Lennon?

Bueno, yo le ha dado una salida. Le digo que, cuando salga de promoción y le pregunten por John, por Yoko o lo que sea, les recomiende el libro de su madre. Allí­ está todo lo que Julian vivió. Es triste que no tuviera suerte con su padre. Cuando yo di a luz, John pasó por el hospital, le hizo unas carantoñas y anunció que se iba de vacaciones a Barcelona con Brian [Epstein, representante del grupo y gay notorio]. El famoso viaje con el que tanto se ha especulado.

Julian tuvo un despegue muy rápido [con ‘Valotte’, en 1984], pero su carrera se atascó.

Hay que entender que se encontró con un éxito enorme [Too many goodbyes] cuando no habí­a actuado ante un público en su vida. Se metió en un circo para el que no estaba preparado. Especialmente en Estados Unidos, le exprimieron hasta la última gota. Así­ que cayó en muchas tentaciones y se quemó. No le ayudaron mucho algunas jugadas de Yoko.

¿Por ejemplo?

En 1998, Julian anunció la edición de su disco de reaparición [Photograph smile], el primero en una compañí­a independiente. Era muy importante para él, podí­a volver a situarse como alguien con cosas que contar. De repente, salió en la misma fecha, con todos los recursos de la multinacional que tiene a los Beatles, el primer disco de su hermanastro, Sean. Y toda la atención de los medios se desplazó al trabajo de Sean. ¿Tan urgente era sacarlo que no importaba oscurecer lo que hací­a Julian? Resulta que Sean ha tardado ¡ocho años!, en publicar otro CD.

Hay muchos discos en esta casa, pero Cynthia no sigue la actualidad musical. Descubro que nada sabe de un dúo llamado los Pet Shop Boys –»Â¿es un grupo… cómico?»â€“. Ignora que el último disco de los Chicos de la Tienda de Mascotas, Fundamental, tiene su cumbre en I made my excuses and left: la crónica de alguien que entra en una habitación y ve a su amor bajo el hechizo de otra persona. Alguien tan inglés que traga saliva, se disculpa y se marcha. Está basada, según confesión de Neil Tennant, su autor, en un memorable pasaje de John: ella vuelve a casa tras unas vacaciones y se encuentra con John Lennon y Yoko Ono en comunión espiritual, ajenos a todo. La noticia de la existencia de la canción conmueve a Cynthia, que apunta los datos para localizarla mientras intenta reprimir las lágrimas.

«He aguantado a periodistas que me acusan de seguir aprovechándome de John. A veces, yo misma pienso que desperdicio mi tiempo al escribir estos

libros, en vez de concentrarme en mi poesí­a y en mis dibujos, que me dan más satisfacción. Pero he optado por ser sincera: en John cuento mis negocios fracasados, mis relaciones amorosas menos felices. Yo no me humillarí­a por dinero: mi marido tiene negocios en Barbados, nos va bien. Pero no puedo renunciar a mi pasado. Formo parte de una de las historias más emocionantes del siglo XX. Y estoy orgullosa de proclamarlo las veces que sea necesario. Ahora, el libro va a salir en China. Si me lo permite la salud, allí­ iré a contarles mis aventuras».

‘John’, de Cynthia Lennon, ha sido editado por Robinbook

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